lunes, 18 de agosto de 2014

NO HAY MAYOR FELICIDAD QUE SENTIRSE AMADO, BENDECIDO POR DIOS.


LA  BENDICION DE DIOS Y LOS ACCIDENTES DE MIS HIJOS.
 

Siempre estamos en las manos de Dios sólo que a veces la vida nos permite ser más conscientes de ello.  Dos accidentes que comprometieron la salud de dos de mis hijos, en diferentes circunstancias y tiempos de vida, en distintas condiciones nos llevaron a elevar nuestras oraciones a Nuestro Señor, y suplicar la intercesión de Mamá María, porque sabemos que su hijo amado, nada le niega… Uno de ellos, sufrió una caída de un 2do piso,  muy de pequeño, cuando recién empezaba a dar sus primeros pasos por la vida; y el otro le ocurrió a mi segundo hijo en el día de su cumpleaños dieciocho, cuando estaba en sus planes de inicio de estudios universitarios, una caída de bicicleta , con un corte grande cerca del ojo. Ambos, tuvieron que enfrentar un momento muy difícil de salud, con la incertidumbre de no conocer la magnitud ni las consecuencias de estos hechos… En ambos casos, nuestra FE y Oración nos sostuvo, porque sabíamos que Dios se hace presente en esos instantes…PERO TENGO LA CERTEZA QUE ALGO MAS  LES AYUDO EN ESOS MOMENTOS…años atrás, habían recibido la bendición de nuestro querido Juan Pablo II, en ocasión de sus visitas al Perú, en diferentes fechas y en forma circunstancial…y para nosotros nos dió la certeza en adelante que DIOS SIEMPRE ESTA CON NOSOTROS, QUE NOS AMA ,  NOS PROTEJE, que es cierto que se nos pueden presentar momentos muy difíciles en la vida, muchas angustias, temores, pero hay también la certeza de que NO ESTAMOS SOLOS  y no hay mayor felicidad que sentir su amor en cada paso que damos, sentir  su presencia viva que se hace vida en cada momento de nuestras vidas.




Hace 29 años pisó suelo peruano y entonces nadie podía imaginar que sería Santo. Por primera vez en la historia del catolicismo peruano, el Perú entero gozó de un hecho histórico que congregó a millones de fieles.  La primera de las dos visitas que Juan Pablo II hizo a nuestro país durante su largo pontificado dejó cientos de historias memorables, Una de ellas fue la nuestra. Se produjeron dos visitas del Papa Juan Pablo II al Perú durante sus años de pontificado: la primera fue en febrero de 1985, duró 5 días y visitó 8 ciudades Lima, Callao, Arequipa, Piura, Trujillo, Ayacucho, Cusco e Iquitos. La segunda se produjo en 1988, con ocasión del Congreso Eucarístico Mariano Bolivariano y duró 40 horas.  A su llegada nos dejó un hermoso mensaje: "Que la Virgen Santísima, tan venerada en toda la Nación, nos alcance en estos días abundancia de luz y gracias. Y que el Señor de los Milagros aumente en cada peruano la fé, la unión, la fraternidad. Con gran confianza, BENDIGO DESDE AHORA A CADA HIJO DEL PERÚ". De ahí se dirigió a la Plaza  de Armas de Lima, las pistas de Lima se abrieron paso tras los patrulleros para dejar que el Papamóvil llevara al Sumo Pontífice, mientras una multitud incalculable lo esperaba a lo largo de su trayecto. Gente de toda condición social, económica , pero ilusionada por el mensaje de paz y fé que proponía Juan Pablo. Su paso dejó una luz radiante, y ese verano fue más cálido aún. Inolvidable. De sólo recordarlo se me dibuja una sonrisa en el rostro.
Era un  01 de Febrero de 1985, apenas días atrás había nacido mi segundo hijo, pero la ilusión de ver a nuestro querido Pastor, nos motivó a todos los de la familia a salir a verlo, para nuestra suerte, vivíamos muy cerca del lugar donde pasaría en su papamóvil, por lo que fuímos rápidamente a encontrarle, y grande fue nuestra sorpresa, al ver todo el largo de la avenida llena de personas en ambos extremos, todos muy felices. A pesar de que no se conocían, todos se conversaban. El amor, la fraternidad. Había un ambiente de tanta alegría, de tanta paz. Todas las calles  fueron  rebalsadas por la multitud que acudió a recibirlo, Juan Pablo II fue aclamado por el pueblo peruano, banderines amarillos con blanco flameaban las calles de Lima, niños, jóvenes y adultos hacían oír sin cesar la frase: “Juan Pablo, amigo, el Perú está contigo”.   Y en medio de toda esa algarabía, estaba con mi pequeño nacido en brazos, y mi esposo llevaba de la mano a mi otro hijo.  No había desorden, todos tranquilos en paz, esperábamos, increíblemente se respiraba un aire de armonía.. Cuando vimos avanzar lento, el papamóvil, lo suficiente para verlo totalmente de pie, impartiendo calmadamente sus bendiciones. No había cordón policial, la gente se mantenía en orden. Su rostro resplandecía, una mirada muy serena, una sonrisa dulce dibujada en su rostro, yo tenía a mi chiquito en brazos y justo en ese instante,  nuestro Papa Juan Pablo II voltea y le imparte su bendición…  y por un instante creí sentir su mirada en nosotros y sentí que nuestras vidas, la de mi pequeño sería especial… Y sin duda, también lo fue para la multitud de personas que experimentando diversas sensaciones: de esperanza, felicidad, alegría,  todos se abrazaban felices y retornaban a sus hogares con gozo y paz.

En una segunda ocasión, un 14 de Mayo de 1988, ya había nacido mi tercer hijo, y apenas contaba con un año y medio de edad, se realizó la última visita y al igual, tuvimos la ventura de estar esperándole, pero esta vez mi esposo tenía en brazos a mi pequeño, y de la mano yo tenía a mis otros hijos, es difícil contar la alegría manifestada en los rostros de quienes ya divisaban el papamóvil. La creatividad para lograr la atención del Papa en su paso por los lugares desbordó nuestra capacidad de imaginación, porque la gente traían carteles, globos, flores, etc. Cuando se logró divisar el papamóvil, igual iba muy lento, y  mi esposo alzó en brazos a mi chiquito, en el preciso momento que impartía la bendición..  y  se la dió a mi niño. … a mi alrededor, la gente lloraba, yo al igual lloraba, pero todos teníamos la felicidad reflejada en nuestros rostros y era tanta mi emoción que no sabría explicar la razón, pero él irradiaba esa cosa que a uno la hace sentirse plena de gozo, porque nos sentíamos amados por DIOS.
Se dice que la verdadera alegría tiene la sencillez de los niños y las raíces en forma de cruz. Por eso Juan Pablo II se conectaba con el alma limpia de los jóvenes “se puede ser moderno y profundamente fiel a Jesucristo”, les dijo en Madrid y amaba entrañablemente a los pequeños, bendiciendo y besando a millares de ellos, cuando sus madres se los ofrecían emocionadas. Hoy mismo esas criaturas quizá no se acuerden de estos hechos, pero han sido bendecidos por las manos de Cristo; porque los santos hacen presente a Jesucristo en nuestras calles, en nuestros trabajos y en nuestras familias. Por ahí circula un video titulado «La risa de Juan Pablo II», donde se ve a actuando a un joven payaso y  el Papa no paraba de reír. Es una señal evidente de que Juan Pablo II era un hombre feliz como un niño porque se sabía amado por Dios y entregaba su vida como servicio diario.  
 
CIERTO ES :
La Fé y la oración son los ejes que mueven verdaderamente nuestras vidas, son los medios que te mantienen, reconfortan y te dan las fuerzas necesarias para salir adelante y que sólo se consigue con la perseverancia diaria y con el convencimiento de que es Dios nuestro Señor, el verdadero camino para la felicidad plena en nuestras vidas, sentirnos amados por Dios y que siempre está presente, “ inmiscuido” en cada uno de los eventos que realizamos en el día. En resumen puedo decir que esta experiencia nos acercó más al amor de Dios en su forma integral y vivencial.
Desde el comienzo y hasta la consumación de los tiempos, toda la obra de Dios es bendición.  Toda bendición es alabanza de Dios y oración para obtener sus dones. Dar una bendición es como arrojar una manta de protección y benevolencia, sobre la persona, mediante el poder de la palabra. Todos necesitamos escuchar cosas buenas de nosotros. Necesitamos apoyarnos, afirmarnos los unos a los otros. Como afirma el Catecismo de la Iglesia Católica: ‘Bendecir es una acción divina que da la vida y cuya fuente es el Padre. Su bendición es a la vez palabra y don ("bene-dictio", "eu-logia").

En Cristo, los cristianos son bendecidos por Dios Padre "con toda clase de bendiciones espirituales" (Ef 1,3). Por eso la Iglesia a través de Su PASTOR, EL  SANTO PADRE,  da la bendición invocando el nombre de Jesús y haciendo habitualmente la señal santa de la cruz de Cristo’ (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1671). Al hacerla en el aire como la realizó Juan Pablo II , Nuestro Vicario, y los sacerdotes,  viene a significar: TE ENVIO CON MI PODER LA BENDICION DE DIOS. Por eso el Sacerdote, al  hacer ese gesto, dice: YO TE BENDIGO. Mientras que un laico, el padre o madre de familia  cuando hacen  la señal de la cruz sobre sí mismo o en los hijos, viene a significar  un gesto de petición, un signo invocativo donde se pide la protección de Cristo, y deben decir : Pido a Dios que te bendiga, ó DIOS TE BENDIGA.  En realidad es Dios quien nos bendice con su Amor, y la felicidad de sentirnos AMADOS POR DIOS es gozosa, ya lo decía Juan Pablo II “La sonrisa materna de la Virgen, reproducida en tantas imágenes de la iconografía mariana, manifiesta una plenitud de gracia y paz que quiere comunicarse”.  Santos tristes no existen: serian tristes santos”, decía San Francisco de Sales. «El demonio – repetía a su vez Don Bosco- tiene miedo de la gente alegre».  Por ello, no hay mayor alegría que sentirse amado, bendecido por DIOS.

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