LA
BENDICION DE DIOS Y LOS ACCIDENTES DE MIS HIJOS.
Siempre estamos en las manos
de Dios sólo que a veces la vida nos permite ser más conscientes de ello. Dos accidentes que comprometieron la salud de
dos de mis hijos, en diferentes circunstancias y tiempos de vida, en
distintas condiciones nos llevaron a elevar nuestras oraciones a Nuestro
Señor, y suplicar la intercesión de Mamá María, porque sabemos que su hijo
amado, nada le niega… Uno de ellos, sufrió una caída de un 2do piso, muy de pequeño, cuando recién empezaba a dar
sus primeros pasos por la vida; y el otro le ocurrió a mi segundo hijo en el día de su
cumpleaños dieciocho, cuando estaba en sus planes de inicio de estudios universitarios,
una caída de bicicleta , con un corte grande cerca del ojo. Ambos, tuvieron que
enfrentar un momento muy difícil de salud, con la incertidumbre de no conocer
la magnitud ni las consecuencias de estos hechos… En ambos casos, nuestra FE y Oración
nos sostuvo, porque sabíamos que Dios se hace presente en esos instantes…PERO
TENGO LA CERTEZA QUE ALGO MAS LES AYUDO
EN ESOS MOMENTOS…años atrás, habían recibido la bendición de nuestro querido
Juan Pablo II, en ocasión de sus visitas al Perú, en diferentes fechas y en
forma circunstancial…y para nosotros nos dió la certeza en adelante que DIOS
SIEMPRE ESTA CON NOSOTROS, QUE NOS AMA , NOS PROTEJE, que es cierto que se nos pueden presentar momentos muy difíciles en la vida, muchas angustias, temores, pero hay también la certeza de que NO ESTAMOS SOLOS y no hay mayor felicidad que
sentir su amor en cada paso que damos, sentir su presencia viva que se hace vida en cada
momento de nuestras vidas.
Hace 29 años pisó suelo peruano y entonces nadie podía imaginar que sería
Santo. Por
primera vez en la historia del catolicismo peruano, el Perú entero gozó de un
hecho histórico que congregó a millones de fieles. La primera
de las dos visitas que Juan Pablo II hizo a nuestro país durante su largo pontificado
dejó cientos de historias memorables, Una de ellas fue la nuestra. Se produjeron dos visitas del Papa Juan Pablo II al Perú durante sus años de pontificado: la primera fue en febrero de 1985, duró 5 días y visitó 8
ciudades Lima, Callao, Arequipa, Piura, Trujillo, Ayacucho, Cusco e Iquitos. La segunda se produjo en 1988, con ocasión del Congreso
Eucarístico Mariano Bolivariano y duró 40
horas. A su llegada nos dejó un hermoso
mensaje: "Que
la Virgen Santísima, tan venerada en toda la Nación, nos alcance en estos días
abundancia de luz y gracias. Y que el Señor de los Milagros aumente en cada
peruano la fé, la unión, la fraternidad. Con gran confianza, BENDIGO DESDE
AHORA A CADA HIJO DEL PERÚ". De ahí se dirigió a la Plaza de Armas de Lima, las pistas de Lima se abrieron paso tras los
patrulleros para dejar que el Papamóvil llevara al Sumo Pontífice, mientras una
multitud incalculable lo esperaba a lo largo de su trayecto. Gente de toda
condición social, económica , pero ilusionada por el mensaje de paz y fé que
proponía Juan Pablo. Su paso dejó una luz radiante, y ese verano fue más cálido
aún. Inolvidable. De sólo recordarlo se me dibuja una sonrisa en el rostro.
Era un 01 de Febrero de 1985, apenas días atrás
había nacido mi segundo hijo, pero la ilusión de ver a nuestro querido Pastor,
nos motivó a todos los de la familia a salir a verlo, para nuestra suerte,
vivíamos muy cerca del lugar donde pasaría en su papamóvil, por lo que fuímos
rápidamente a encontrarle, y grande fue nuestra sorpresa, al ver todo el largo
de la avenida llena de personas en ambos extremos, todos muy felices. A pesar
de que no se conocían, todos se conversaban. El amor, la fraternidad. Había un
ambiente de tanta alegría, de tanta paz. Todas las calles fueron rebalsadas por la multitud
que acudió a recibirlo, Juan Pablo II fue aclamado por el pueblo peruano,
banderines amarillos con blanco flameaban las calles de Lima, niños, jóvenes y
adultos hacían oír sin cesar la frase: “Juan Pablo, amigo, el Perú está
contigo”. Y en medio de toda esa algarabía, estaba con
mi pequeño nacido en brazos, y mi esposo llevaba de la mano a mi otro hijo. No había desorden, todos tranquilos en paz,
esperábamos, increíblemente se respiraba un aire de armonía.. Cuando vimos
avanzar lento, el papamóvil, lo suficiente para verlo totalmente de pie,
impartiendo calmadamente sus bendiciones. No había cordón policial, la gente se
mantenía en orden. Su rostro resplandecía, una mirada muy serena, una sonrisa
dulce dibujada en su rostro, yo tenía a mi chiquito en brazos y justo en ese
instante, nuestro Papa Juan Pablo II
voltea y le imparte su bendición… y por
un instante creí sentir su mirada en nosotros y sentí que nuestras vidas, la
de mi pequeño sería especial… Y sin duda, también lo fue para la multitud de personas que experimentando diversas sensaciones: de esperanza,
felicidad, alegría, todos se abrazaban
felices y retornaban a sus hogares con gozo y paz.
Se dice que la verdadera
alegría tiene la sencillez de los niños y las raíces en forma de cruz. Por eso
Juan Pablo II se conectaba con el alma limpia de los jóvenes “se puede ser moderno
y profundamente fiel a Jesucristo”, les dijo en Madrid y amaba entrañablemente
a los pequeños, bendiciendo y besando a millares de ellos, cuando sus madres se
los ofrecían emocionadas. Hoy mismo esas criaturas quizá no se acuerden de
estos hechos, pero han sido bendecidos por las manos de Cristo; porque los santos
hacen presente a Jesucristo en nuestras calles, en nuestros trabajos y en
nuestras familias. Por ahí circula un video titulado «La risa de Juan Pablo II», donde se ve a actuando a un joven payaso y el Papa no paraba
de reír. Es una señal evidente de que Juan Pablo II era un hombre feliz como un
niño porque se sabía amado por Dios y entregaba su vida como servicio diario.
CIERTO ES :
La Fé y la oración son los ejes que mueven
verdaderamente nuestras vidas, son los medios que te mantienen, reconfortan y
te dan las fuerzas necesarias para salir adelante y que sólo se consigue con la
perseverancia diaria y con el convencimiento de que es Dios nuestro Señor, el
verdadero camino para la felicidad plena en nuestras vidas, sentirnos amados
por Dios y que siempre está presente, “ inmiscuido” en cada uno de los eventos que realizamos
en el día. En resumen puedo decir que esta experiencia nos acercó más al amor
de Dios en su forma integral y vivencial.
Desde el comienzo y hasta la consumación de
los tiempos, toda la obra de Dios es bendición. Toda bendición es alabanza de Dios y oración
para obtener sus dones. Dar una bendición es como arrojar una manta de
protección y benevolencia, sobre la persona, mediante el poder de la palabra.
Todos necesitamos escuchar cosas buenas de nosotros. Necesitamos apoyarnos,
afirmarnos los unos a los otros. Como afirma el Catecismo de la Iglesia
Católica: ‘Bendecir es una acción divina que da la vida y cuya fuente es el
Padre. Su bendición es a la vez palabra y don ("bene-dictio",
"eu-logia").
En Cristo, los cristianos son bendecidos por
Dios Padre "con toda clase de bendiciones espirituales" (Ef 1,3). Por
eso la Iglesia a través de Su PASTOR, EL
SANTO PADRE, da la bendición
invocando el nombre de Jesús y haciendo habitualmente la señal santa de la cruz
de Cristo’ (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1671). Al hacerla en el aire
como la realizó Juan Pablo II , Nuestro Vicario, y los sacerdotes, viene a significar: TE ENVIO CON MI PODER LA
BENDICION DE DIOS. Por eso el Sacerdote, al hacer ese gesto, dice: YO TE BENDIGO. Mientras
que un laico, el padre o madre de familia cuando hacen
la señal de la cruz sobre sí mismo o en los hijos, viene a significar un gesto de petición, un signo invocativo
donde se pide la protección de Cristo, y deben decir : Pido a Dios que te
bendiga, ó DIOS TE BENDIGA. En realidad
es Dios quien nos bendice con su Amor, y la felicidad de sentirnos AMADOS POR
DIOS es gozosa, ya lo decía Juan Pablo II “La sonrisa materna de la Virgen, reproducida en tantas imágenes de la
iconografía mariana, manifiesta una plenitud de gracia y paz que quiere
comunicarse”. “ Santos tristes no existen: serian tristes
santos”, decía San Francisco de Sales. «El demonio – repetía a su vez Don
Bosco- tiene miedo de la gente alegre». Por ello, no hay mayor alegría que sentirse
amado, bendecido por DIOS.
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