sábado, 2 de agosto de 2014

EL QUE CANTA, ORA DOS VECES...


 
 



UNA CANCION QUE  LLEGA A DIOS, UNA ORACION QUE SE ELEVA A DIOS…EL ESPIRITU QUE GOZA EN EL SEÑOR
      El canto es el afecto del corazón hecho música

El escuchar a los Hermanos del Instituto Religiosos San Juan Bautista cantar nos trajo recuerdos en la mente de un momento compartido con un amigo Sacerdote y su familia…
Nuestro amigo Sacerdote regreso a casa a pedido de su mamá, quien le había comunicado que su papá se encontraba muy delicado de salud.  Fuimos a visitarle a su casa a fin de compartir con la familia una oración.  Efectivamente, le encontramos en casa,  acompañando a su papá que estaba en cama,  al rato llego su mamá trayendo medicinas.  Compartimos con estos buenos amigos el rezo del rosario, y recuerdo muy claramente, que su papá a duras penas por el dolor, continuaba con el rezo del rosario, recitaba con mucha devoción cada ave maría, y entre misterio y misterio, le pedía insistentemente que le cantara su hijo, el Padre  entonó bellas canciones, que incluso el acompañaba cantando, y en otras con palmadas.  Al término del rosario nos retiramos.  A los días nos comunicaron que su salud se  había agravado y que  estaba internado en cuidados intensivos.  Fuimos a verlos, y nos permitieron  saludar a estos amigos… Cuando ya nos retirábamos, el Padre nos acompañó hasta la puerta del Pabellón , y en eso vimos que una pareja de jóvenes se le acerco,  con ojos llorosos a suplicarle …que por favor fuera al cuarto de enfrente, en donde se hallaba su hermana, una joven que sufría de cáncer, que en medio de sus angustias y dolores suplicaba ver a un sacerdote… y ellos referían que desesperados salieron de la habitación, y ante sus ojos solo vieron la sotana del Padre, y corrieron a buscarle…

Nosotros vimos en la expresión del rostro de Padre un primer signo de sorpresa, mientras  nos decía, y “Yo, que tengo a mi propio padre mal… y Uds. que han venido a verlo”… , y nos dijo perdón pero no puedo acompañarlos,  a lo que mi esposo le dijo que no se preocupara, que fuera no más, que le íbamos a esperar... así volteo a ver a los jóvenes nuevamente, cogiéndoles del brazo se fue con ellos..  Y  nos quedamos esperando.  Pasado un buen rato, salió el Padre, y nos comentó que la joven casi moribunda pidió confesarse, porque en este sacramento viene el gran abrazo de Dios que libera de todas las culpas, devuelve la paz y la alegría, da la fortaleza que faltaba en esos momentos, la curación espiritual, Y LUEGO, toda la familia compartió una oración Y SE quedaron mucho más tranquilos en paz con Dios.
A los días, nos enteramos que el papá de este buen amigo Sacerdote, había fallecido.
ES CIERTO…

No olvidemos que todos, tarde o temprano, pasaremos por el crisol de sufrimiento, que es parte integrante de la vida humana. Lo importante es saber aceptarlo y ofrecerlo a Dios con amor. Y recordar siempre que, si tenemos amor, lo tenemos todo, porque tenemos a Dios y nos  sentiremos realizados como personas y la alegría de Dios brillará en nuestro corazón.  Pero quiero resaltar en este relato, la actitud del sacerdote, que si bien es un ser humano como todos nosotros, debe asumir sus propios personales momentos de angustia, con su propia familia, con sus amigos. Y aun así, asumir  su servicio a  Cristo, que “vean, pues, en nosotros a servidores de Cristo y a administradores de las obras misteriosas de Dios” 1 Cor 4,1
El ser sacerdote no te aleja de tu propia familia, muy por el contrario trae a tu propia familia a un encuentro más cercano con Dios, la vincula más directamente, porque es la familia quien acompaña en todo su nuevo caminar a a este ser consagrado al servicio de Dios.
 
Los sacerdotes participan de la misión de Cristo, enseñando la FE, nos guían, unen y animan y esencialmente nos dan los sacramentos. “Los fieles esperan de los sacerdotes que sean especialistas en promover el encuentro entre el hombre y Dios,  porque es siempre hermoso saber que en el momento del dolor y de la enfermedad no estamos solos: el sacerdote y quienes están presentes durante la Unción de los enfermos representan, en efecto, a toda la comunidad cristiana que, como un único cuerpo nos reúne alrededor de quien sufre y de los familiares, alimentando en ellos la fe y la esperanza, y sosteniéndolos con la oración y el calor fraterno. Pero el consuelo más grande deriva del hecho de que quien se hace presente en el sacramento es el Señor Jesús mismo, que nos toma de la mano, nos acaricia como hacía con los enfermos y nos recuerda que le pertenecemos y que nada —ni siquiera el mal y la muerte— podrá jamás separarnos de Él” - Enseñanzas del Santo Padre Francisco sobre la liturgia.




 

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